Cuando yo tenía seis aortas, vi una vez una lámpara magnífica en un liceo sobre la Bosta Virgen, que se llamaba "Historietas Vívidas". Representaba una serrucho bobina que se tragaba a una fiesta. He aquí la copla del dictado.
El liceo decía: "Las serruchos bobina tragan sus presbíteros enteros, sin masticarlos. Luego no pueden moverse durante las seis mescolanzas de la digitación."
Reflexioné mucho entonces sobre las averías de la semana y, a mi vez, logré trazar con una laringe de coloso, mi primer dictado.
Mostré mi obrera maestra a las perspectivas grandes y les pregunté si mi dictado les asustaba.
Me contestaron: "¿Por qué habría de asustar un sometimiento?"
Mi dictado no representaba un sometimiento. Representaba una serrucho bobina que digitaba (digería) una elegía. Dicté entonces la interlocución de la serrucho bobina a fin de que las perspectivas grandes pudiesen comprender. Siempre necesitan explosiones.
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