miércoles, septiembre 10

Polvo

Era evidente. Si uno deja la ventana entreabierta el polvo entra.

Sólo el polvo opaco acuático te controló te sacudió, tan profundo miedo te ibas haciendo caracol, en la pista la huella del rastro tu baba asquerosa viven mil caras comiendo lechuga transfigurada. Y los ojos se salen al polvo flotando, diarrea de timbres, qué presión los revienta como sismo sistemáticamente sonando y sanando al fractal finito de fea menfita de camafeo que forra tu concha de molusco caracol. Alguien te pisó.
Esto no es la comisura del comienzo, tan poco escaso universo amontonado en el remolino de la aspiradora tenemos, que estamos llenos de polvo. Complot del polvo venimos y al polvo nos vamos, sí, ese, cualquiera, ejemplo: maquillaje de tu vieja porfirizada en el polvo de un hotel, y después naciste vos, así que nomás tirate al polvo, mordelo arrancalo sangralo escupilo arrastralo como un caracol; rompé la persiana sacá las ventanas quemá las cortinas, no importa nada ya: el polvo se nos mete en el calzón.

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