ventanas confunden
ante las vibraciones repentinas
una amarilla cansina
tormenta que baila a lo lejos/
cuando las miradas
se obnubilan arracimadas
las luces se agitan
fugitivas palpitantes/
múltiples pies se
regodean de su desplante
y bajan manos
deshojadas, tibias, casi redondas/
entonces aves
quieren estallar en mi cabeza
con el vértigo de
aquellos hombros resbaladizos
o de divagantes
axilas que no se comprenden cóncavas o convexas?
y la lluvia espera
dentro de su humedad, pujante aguijón/
y un trazo
incoherente conduce atropellado
hacia los volcanes
de las lenguas exacerbadas
que erupcionan en
los páramos desiertos indómitos de los vientres/
aunque submarinos se
hunden en las profundidades
desaforados por esa
dulce asfixia de la falta de perspectiva
inconclusas se
sienten las vainas florecidas/
como un horizonte
sin final,
perdiéndose entre el
juego diluido,
de horas que se
evaporan con los gemidos,
sólo una página a la
que damos otra vuelta más.
A veces el mundo puede ser una ventana.
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