miércoles, septiembre 25

Irisco

Cuando intentes caminar por Irisco ten cuidado de no tropezar, pues estorbos y obstáculos abandonados bailan al compás de la marcha y la pavana. Las muchedumbres cegadas y embravecidas se acometen y van mezclando, llenas de ajetreados ciudadanos que no terminan de llegar a su destino para volver a emprender el camino y seguir infectando todo a su paso. Mirasoles que por no dejar caer su vista al muladar repleto de cachivaches en el que se han convertido las calles, se la pasan contemplando al padre sol que con su calor hace aflorar fétidos olores. Diagnosticada de cacosmia crónica la gente está, y ya no saben apreciar los efluvios y aromas delicados, las pequeñas cosas bellas entre tanta podredumbre. Enmarañados son los días que transcurren solitariamente rodeados de gente con caras alzadas y morenas, cuellos estirados y cervices dobladas. Desdichados todos son, que incluso en su madurez nunca llegan a sentirse abrazados por la beatitud de la vida.
Es así como nadie se percata de cómo por casualidad y a cualquier hora nacen, crecen y mueren flores, que se elevan entre la mugre y la bazofia. Flores e inflorescencias nuevas, desconocidas, expectantes. Híbridas, apétalas o con miles de pétalos sobreflores, de miles de colores desconocidos, transfloradas, opacas, invisibles, de texturas inéditas y perfumes inquietantes. Bellas y tristes. Flores tristes que sueñan con niños que las admiren y jueguen con ellas, con mujeres que se adornen con una entre sus cabellos, con pertenecer a una corona funeraria en la tumba de un ser querido, hombres que las regalen a su amada,  o por lo menos algún loco antófago hambriento que las saboree. Y tal como aparecen, se marchitan y se descomponen, sin fruto ni semilla, sin haber sido tocadas más que por una araña o el viento.


En Irisco todos eligen vivir así, como si tanto desperdicio y miseria no fuese suficiente. Creyendo que ésta es la opción correcta, el único camino al éxito, cuidando de transmitir su vana sabiduría a sus hijos. Sólo para terminar construyendo relaciones frágiles y estériles, quizás copia de las flores que no conocen, ni cuidan, ni aman, ni miman.

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