martes, abril 22

desmayo

desvaría, encontrándose enredada de imágenes otra vez. naturaleza absurda.
la aparente hoguera que le pide más y el sol entre el follaje se aproxima demasiado
se acerca y la toca, arde por dentro y ella retuerce su brazo empujándolo más allá de su fiebre
tan sólo piel extraviada, corre inmóvil sobre las hojas secas, desde abajo hacia afuera, y el sudor se desliza por la frente de surcos profundos, baja hacia el tabique, la sal en los ojos abiertos, siempre abiertos. una mueca articulada, el grito ahogado.
Desmayo.
por no ser momento, la fatalidad de su cuerpo eterno es maligna, a través del cansancio resuena el crujido, se dobla su voluntad y entre labios delgados escapa el aire que lo alimenta y lo acerca,
ella da la señal, cuando él ataca en su turno final,
no quiere ver más.


martes, abril 15

un columpio se hace con soga

    Un calor que mata sin dos o tres vasos de agua. Pero a la sombra del ciruelo del jardín y sentado en este columpio se balanceaba sin prisa. "No ha venido aún", se decía. La esperó sin sospechas ni recelos. Un gusto a mate amargo y el olor a pasto cortado hoy por la mañana. "Qué raro que no haya sonado el timbre, no veo la hora de agarrar la bici y salir a dar vueltas y vueltas con ella. Si, perderse un ratito del calor que nos molesta al abrazarnos y mojarnos con la manguera mientras su perro viene a jugarnos con el agua. O ir hasta el río y pasar la tarde tirados hablando de todo y de nada," Pero no venía aún. "Quizás su mamá la tiene ocupada limpiando o haciendo algún mandado, tal vez se le pasó la hora mientras tocaba el violín, ¿qué estará haciendo? si es verano, váyase a saber." De un arrebato se levantó corriendo a mirar el reloj de la cocina: las 8.
    Esa noche soñó: era su fiesta de cumpleaños y el prestidigitador decía abracadabra y los pañuelos de colores desaparecían de sus manos. Dio media vuelta entre las sábanas y detrás del mago, en la puerta de entrada estaba ella. Y aquel precioso vestido blanco con volantes y un lazo celeste con un gran moño. Lo había reconocido enseguida, así estaba ella en su último cumpleaños, cuando él le dio esa tímida carta empapada con gotas del perfume de su madre. Ella lo esperaba con una sonrisa, la misma que sin saberlo se le dibujaba en el rostro; y él no sabía cómo escapar de la sorpresa que el sonriente prestidigitador colocaba con un ademán incitante frente a su nariz. El mazo se apareció, y en ese preciso e infinito momento de duda, de todas las cartas tomó una, para terminar ya con el juego. Cuando finalmente levantó su vista, ella se había ido.
    Se despertó sobresaltado, su garganta oprimida no hacía más que tragar saliva y sus ojos trataron cerrarse en vano. Luego de un rato sin conciliar su sueño, se levantó de la cama y se vistió. Tomó la bicicleta y salió por el portón de atrás, a dar vueltas y vueltas sin pensar, hasta llegar a su casa, la de ella. Se quedó mirando su ventana abierta, esperando, cuando bien sabía que allí estaba, durmiendo. Todo esto no era pavada, y se le pasó por la cabeza por culpa del olor a pasto cortado, que le hacía compañía sentado en el cordón de la vereda.



viernes, abril 11

bumbuna

a mi lado, te soplo palabras y pedacitos de melodías al oído, para emborracharte de sueño los ojitos,
se cierran a medias y para que no hagas trampa los párpados quedan sellados por la magia de un beso.
te arrullo en mi lecho, en mis brazos y mis manos van y vienen revoloteando en tu lienzo de cielo tibio,
en tus hilos salvajes, desanudando el nosequé que me tiene encantada en esta tarea difícil, la labor de cariño y paciencia que se repite a si misma todas las noches hasta que llega el alba y el fresco,
hasta que te siento fluir en mí por fin tranquilo, solo un barco en un lago toma el vaivén de las olas bajo el cielo titilando y se pierde dentro de las sombras que descansan sus oscuridades en lo demás.
tus oscuridades se llenan de luz de a poco, al despertar si me miras, con bostezos sonrío y caigo rendida.