miércoles, septiembre 10

volante tornasol

Tu garrapatea estrepitosa se me trepa como cienpiés en chancletas, si empezamos así: agarrate catalina. Este tropezón nos llevará de viaje hasta la China, pero vos sabés que el mercado de la rima conduce a la ruina. Así que subite... bajate... o mejor columpiate dentro de mi garganta, colgate de mi úvula que te llevo a pasear en esta trapisonda apasionada que jamás olvidarás. Sino andá a descarozar uvas, que te hará bien. Muy bien. Si no querés, esto así no va a ningún lado, es tu estúpida bicicleta fija yo sólo quería comerme toda la crema con frutillas, pero el fin, pero el fin es la discusión bla bla bla.
Silencio de longa. Respiremos, alguien va a dar el primer llamado mensajito timbrazo paso. Barra de repetición y vamos da capo.

gansos/vuelo uno

respira
corre corre corre
saltavuela

cadenas imbéciles atrás las burlo
y el gesto en el aire
roja caliente me huyo
por fin!
y me clavo como flecha como dolor como grito
como botón como aguja como alfiler me clavo y les grito
NO
VUELVO
MÁS
olvídense
nnnnnn
todo cambia todo
dientes atrapan
y la serpiente salió de su puño
cuando herméticas resoplan buscando compasión
pero ¡NO!
olvídense
nnnnnn
novuelvomás
acá arriba el viento te peina el alma
te mimetiza
te exuda te laxa te oxida
la exótica te exalta te excita
de tu cérvix te crecen alas
y alada sentís el ardor del cuerpo que anhelabas
ves a los enredados y realmente no querés
ser débil otra vez
por eso yo
NO
              v  u  e  l  v  o
másssssssssssss

Polvo

Era evidente. Si uno deja la ventana entreabierta el polvo entra.

Sólo el polvo opaco acuático te controló te sacudió, tan profundo miedo te ibas haciendo caracol, en la pista la huella del rastro tu baba asquerosa viven mil caras comiendo lechuga transfigurada. Y los ojos se salen al polvo flotando, diarrea de timbres, qué presión los revienta como sismo sistemáticamente sonando y sanando al fractal finito de fea menfita de camafeo que forra tu concha de molusco caracol. Alguien te pisó.
Esto no es la comisura del comienzo, tan poco escaso universo amontonado en el remolino de la aspiradora tenemos, que estamos llenos de polvo. Complot del polvo venimos y al polvo nos vamos, sí, ese, cualquiera, ejemplo: maquillaje de tu vieja porfirizada en el polvo de un hotel, y después naciste vos, así que nomás tirate al polvo, mordelo arrancalo sangralo escupilo arrastralo como un caracol; rompé la persiana sacá las ventanas quemá las cortinas, no importa nada ya: el polvo se nos mete en el calzón.

jueves, septiembre 4

piel

y la pared vestida
se escondió con la sombra,
dentro del placard.

Caídas en la guerra
se revolcaron
ataron las grietas
sacudieron el polvo acumulado.

Un capullo de gracia,
hija desnudez
escapó corriendo

tenía vergüenza.

Haikus II

La brisa corre
dentro de las miradas.
Mañana llueve.

Asiento leve,
alas encadenadas,
árbol de abrazos.

Aves al revés
retroceden al invierno.
Vuelan sus nidos.

Los frutos caen,
en manos de la lluvia.
Aplausos suaves.

martes, septiembre 2

Jaulas

Cada amanecer, iluminado por el estío y su calor, desde el patio el sultán pasea, siendo uno con las enredaderas de las pérgolas, y los duraznos floridos; y los jazmines sonrojados le acarician su cabeza. Siente en la piel, las de todas sus amantes, y recuerda cada perfume, cada vez que al deslizar las cortinas se veía salir el sol detrás de su montaña.
En esa dulce hora del alba que es magnífica para retozar, el sultán cabizbajo redola entristecido, contempla por última vez el palacio que se alza más arriba en la ladera, y escucha el río que esa noche lo ayudaría a escapar. "Quizás la pena se pierda en mí como el río en el mar, y la lluvia en el río". Y con sus palabras, el suspirar lentamente viaja hasta la noche en la cual los grillos cantan desde afuera de la sombría jaula.
El sultán solitario se duerme pensando en ella, allí, en su cama angosta con perillas de metal. El frío lo toma en sus brazos al despertar temblando, casi como el fresco en el patio del que era su palacio, cuando al pasear con la frente en alto y el pecho gallardo, creíase dueño de la tierra. Ahora el sultán prisionero deja caer su turbante al suelo, como en tantas noches de lujuria, con la triste verdad de no haberla conquistado.