Hola Pa. Estuve dándole vueltas a esto que es lo que hay entre vos y yo. Por definición es una relación de padre e hija. En el verano me dijiste que si tengo preguntas, que las haga. Te escribo con un gran signo de interrogación en toda la hoja, no para que contestes, simplemente para dejarlo afuera, en alguna parte.
Hay muchas cosas que no entiendo, y es normal, tengo 16 años. Pero hoy no entiendo que cosas pasan, transitan en ese espacio que hay entre vos y yo. Me falta confianza para mirarte, desconozco un montón de aspectos tuyos y muchas veces siento un cierto desconsuelo porque lo que anda dentro de tu mente puede ser algo inaccesible y remoto para mí. Hace 16 años, vivimos bajo el mismo techo, y por momentos tu presencia me genera confusión, rechazo, falta de naturalidad... tu silencio, tu lenguaje físico, termino ignorándolos porque hay algo que me dice que es en vano preguntar, que no voy a conseguir nada hablando, que a veces siento que no me querés escuchar. Cómo no cuestionarme tantas pequeñas cosas que suceden todos los días, cómo dejarlas pasar...
¿Qué pensás, cómo te sentís como padre? ¿Cuándo quisiste serlo? ¿Quisiste tener hijos antes de conocer a mamá? ¿Qué expectativas (si hubo) tuviste conmigo? ¿Decidiste, planificaste, una educación para mí?
¿Cuál es el hijo que mora en vos? ¿Qué cosas nunca le dijiste a tu papá, a la abuela y que hubieras querido decir?
¿Qué significa vivir? ¿Qué es tu vida, que hay en tu camino? ¿Hay algo que te apasione, aunque sea odio? ¿Cuántas veces amaste (personas, ideales, etc.)? ¿Existe tu amor? ¿Cuánta angustia, bronca o tristeza se esconde en tu cuerpo, al que nunca vi llorar? ¿Cómo es que tu voz nunca se quebró? ¿Qué clase de mecanismos intrínsecos puede haber que yo nunca tengo certeza de tus sentimientos, y ando adivinando? ¿Cómo hago para ver todo eso que sos?
Tengo 16 años. No tengo una autodefinición de mí misma. Estoy buscando ese nosequé que es la vida misma, como cualquier joven. Creo que vos dejaste de buscar, espero que me equivoque. Lo único que tengo desde la orilla del continente es esa curiosa isla que es erosionada por el viento y las mareas; quisiera ser pájaro, sol o luna para verla completa y llegar hasta ella. De todas formas, no siempre es así: hay días, semanas, meses que parecen distintos, y el mar se calma y puedo nadar hasta la isla, recorrer las playas, ver el cielo y disfrutar de estar por allí, apreciándola... todo eso me confunde. Qué se le va a hacer.
Sé que somos mortales, algún día no vas a estar o yo no voy a estar y si no te exprimo antes de que eso suceda, las lágrimas me inundarán. Acordándome como un día me regalaste unas fotos tuyas y lo sentí un gesto invaluable, te regalo mis escasas palabras, dirigidas a mi progenitor, dador de vida, al hombre que plantó la semillita que ahora soy yo. ¡Feliz día, te quiero mucho!