domingo, diciembre 15

i

"y lloró con la idea de tener un hijo, tomando ácido debajo de un árbol, con un vestido de flores en un mediodía de verano"

domingo, diciembre 1

o morfeo me está engañando

cuando me tiro sin pensarlo, cuando caigo despacio o cuando me acuesto en vano, oigo cómo contra todo mi cuerpo, está el pulso del sueño retumbando

giro para acá para allá, sobre mí sobre todo el revoltijo de sábanas,
 imposible pensar o tratar de evadirlo, casi segura que si escapo termino de cabeza en el suelo y abriéndome con el paso de viento entre sus brazos

difícil es saber qué tiempo será cuando me caiga o me deje llevar con paz sin paz me voy cansando, así oigo su dulce canto; para mi suspiro el sol sale,
o morfeo me está engañando


sueñeros


jueves, noviembre 14

A vista de los presentes

¡Qué agravio! ¡Qué desparpajo! ¡Qué sinvergüenza!

En mi mano tenía cargada una cachetada que no quiso gritar. Por piedad a la bella velada me dije "no vale la pena", pero continuó con todo esa palabrería saliendo de su cara insulsa, que se lave con jabón por boca sucia. Y sin querer una espuma espesa comenzó a emanar de su lengua reventada, chorreando sobre la blusa e impregnándola con su tinte níveo azucarado.

Toda la blancura se me hizo lienzo y con los fósforos de la ira encendí el retrato de la injuria, una marca de nacimiento en los labios, y el beso de buenas noches apestado en pesadillas. La mueca del niño, que en sus brazos lleva una tarde noche de verano con el secreto viejo y ámbar de su madre como un asco incauto.

 Toda esa tradición inventada tiempo atrás, que ahora en mis manos olvidaderas, comienza a desvanecerse.

jueves, octubre 10

Frutas Secas

No había viento ni pan ni papel alrededor. No había soplo contenido ni veraniegas pisadas en sábanas caladas. Ni pantuflas ni almohadas ni camisones. Había puro y rico sueño. Y un aura verde agua dorada se aproximó bailando contoneando susurrando sobre las pieles, carnes estremecidas en punta de gallina y pelos felices. Todos la sintieron bajar y meterse por entre las piernas ronroneando calurosamenteTodos se sonrieron con la tibieza en las rodillas y las palmas cristalizadas. Había colores recónditos en las yemas de los dedos. Había sonidos inusitados.
Tal cual se  d e s p r e n d i e r o n  las pieles secas de víboras mudando y con la quijada hundida  q u e b r á r o n s e  los brotes de cerezo,  e s c a s e a r o n  los perdidos mechones y pelusitas, las chauchas y crujidos se  r e p l i c a r o n  en la dulce oscuridad y la noche abierta como nuez resquebrajada dio bienvenida a las semillas y carozos de infancias.




Ay, dolió un poco porque nadie lo esperabacomo un pinchacito tierno e inocuo, una mordedura viva y coleante pero nimia e ingenua; Si la sorpresa quiere a veces ser traviesa o quizás aplastarse debajo de la cama o de las hamacas entre entristecida y atemorizada, y si no volvemos a este patio luego de la primavera, es porque ya queremos crecer o preferimos creer en nada.

lunes, octubre 7

Naif (con Ramiro y Paloma)

Quién sabrá qué es la rutina en esta urbe donde el reloj un simple mito y la necesidad futura es inminente. Todo el tiempo se dilata, extiende, crece en la creencia del algún día y suceder. Nada comienza, nadie se consuma. Bebés por nacer detrás de orgasmos que no llegaron, mentiras interminables, todos  marcharán en el camino que circundando observa conflictos envasados y distribuidos entre sus habitantes. Así les va, prehistoria actual y pocas expectativas. Analfabetos que eligen, adoran, veneran un monarca idiota e infinito. Rey viviendo en la acrópolis, el punto alto o bajo de la ciudad. Son incompletos sus ojos nobles que verán todos los días la capital, deseando continuar con lo nunca comenzado, sin temor a lo próximo e infausto. Sólo en pozos queda algo de esperanza, donde permanecerán escondidos hasta que los cielos se hundan sobre sus cabezas casi por casualidad y la noche arribe sin merecer.

Dónde estará el cementerio y dónde el hospital se pregunta una paloma que no sabe volar, cansada de esperar migajas de pan. La muerte acecha sin temor alguno, cómplice con risas de ingenuidad.  Naif no respirará más que las pisadas proyectadas en la huida final. El abandono se apropiará de las familias, lágrimas cayendo en suelos irregulares. Cables que surcan los cielos, gritan con franca humildad. Cada quien pensará arduamente, quemados de pensar qué harán a quién recurrir y a quién echarán las culpas sino al monarca, que ahora se acuesta a patalear y berrinchar. Cuando la vida no-viva de la hoja sin árbol, llegue o salga de su estar transitando el río, la tierra, los campos, las camas, las paredes, las luces, las guirnaldas, las telarañas comenzarán a vibrar. Lentamente todo caerá hacia arriba y por detrás de la gran masa de agua que envuelve en la profundidad a Encéfiro y lo hace acabar como fósil, acurrucado en el mar.

miércoles, septiembre 25

Irisco

Cuando intentes caminar por Irisco ten cuidado de no tropezar, pues estorbos y obstáculos abandonados bailan al compás de la marcha y la pavana. Las muchedumbres cegadas y embravecidas se acometen y van mezclando, llenas de ajetreados ciudadanos que no terminan de llegar a su destino para volver a emprender el camino y seguir infectando todo a su paso. Mirasoles que por no dejar caer su vista al muladar repleto de cachivaches en el que se han convertido las calles, se la pasan contemplando al padre sol que con su calor hace aflorar fétidos olores. Diagnosticada de cacosmia crónica la gente está, y ya no saben apreciar los efluvios y aromas delicados, las pequeñas cosas bellas entre tanta podredumbre. Enmarañados son los días que transcurren solitariamente rodeados de gente con caras alzadas y morenas, cuellos estirados y cervices dobladas. Desdichados todos son, que incluso en su madurez nunca llegan a sentirse abrazados por la beatitud de la vida.
Es así como nadie se percata de cómo por casualidad y a cualquier hora nacen, crecen y mueren flores, que se elevan entre la mugre y la bazofia. Flores e inflorescencias nuevas, desconocidas, expectantes. Híbridas, apétalas o con miles de pétalos sobreflores, de miles de colores desconocidos, transfloradas, opacas, invisibles, de texturas inéditas y perfumes inquietantes. Bellas y tristes. Flores tristes que sueñan con niños que las admiren y jueguen con ellas, con mujeres que se adornen con una entre sus cabellos, con pertenecer a una corona funeraria en la tumba de un ser querido, hombres que las regalen a su amada,  o por lo menos algún loco antófago hambriento que las saboree. Y tal como aparecen, se marchitan y se descomponen, sin fruto ni semilla, sin haber sido tocadas más que por una araña o el viento.


En Irisco todos eligen vivir así, como si tanto desperdicio y miseria no fuese suficiente. Creyendo que ésta es la opción correcta, el único camino al éxito, cuidando de transmitir su vana sabiduría a sus hijos. Sólo para terminar construyendo relaciones frágiles y estériles, quizás copia de las flores que no conocen, ni cuidan, ni aman, ni miman.

viernes, septiembre 20

Reparo

Yo, Rosa y su familia vivimos en este pueblo hace muchos años. Tuve la suerte de conocer a su hija María. Cuando ella tenía diecinueve (hará unos diez años atrás creo), una mañana caminaba hacia la parada del colectivo y fue atropellada por un chico que andaba en bicicleta. Pese a que no la golpeó muy fuerte, la muerte quiso llevarse a la joven María, cuando al caer su cabeza impactó el cordón de la vereda y desfalleció en el acto. El duelo fue largo, la lloraron y extrañaron, porque cuando una hermosa flor es arrancada, siempre se hace más duro el pesar y más terco el recuerdo. Sin embargo, la familia tomó la decisión de donar el cuerpo de la muchacha a la salud pública, es sabido que los cuerpos jóvenes siempre son bienvenidos y necesarios. 
La otra tarde, me encontré con Rosa en el vivero de la esquina de lo de Roberto, y me invitó a tomar unos amargos a su casa. Al entrar a la cocina comedor, noté las fotos viejas descansando arriba de la heladera y en la repisa. María estaba en varias de ellas junto a sus hermanos, con su amplia sonrisa, sus bellos ojos verdes. Entre la charla, los mates y las facturas, en una de esas Rosa me dice que tiene noticias de María. Mi primer pensamiento fue de pena, me pareció raro que anduviera diciendo esas cosas luego de tanto tiempo. Me dijo que un día se cruzó con alguien por la calle, que no era nadie en particular. Ni recuerdo ya si era mujer o varón. Estaba parada mirándola sin disimulo alguno, realmente confundida; mirando su rostro, tratando de buscar en la memoria ese lugarcito donde encontrara el día en el que había visto a esa persona. Me quedé seca cuando simplemente su mirada y la mía se encontraron, y te juro Luis, te juro que esos ojos verdes eran de ella. Si, aunque no me creas, mi María y yo juntas otra vez. 

Meandros

 Tenía la garganta seca. Acezando, manotea la botella en la mesita de luz mientras se le llena el cuerpo de fastidio debajo de las sábanas. Más a un costado o por el borde, libros que terminan por el piso y el ruido punzante de un anillo contra el suelo. En el silencio de la noche todo se transforma y agiganta. Incluso un monstruo de faringe encendida puede aparecer sigilosamente debajo de la cama, listo para tomarte por sorpresa.
  Todo vuela y cae en la oscuridad, con ojos cerrados se levanta la bestia y a tumbos las pisadas resuenan hasta que llegan a la cocina. Botella que se reencuentra con manos que la sujetan violentamente, la raptan, la abren y le quitan su contenido cuando labios resquebrajados se hacen de su pico. Ella gime y suplica, el agua la abandona. Pero el monstruo aún sigue sediento, todo se evapora en sus fauces ardientes. Luego del dulzor del agua escondida, se vuelve para continuar con el sueño que hace poco soñaba. 
  De regreso al lecho, contundente se acuesta y su cuerpo respira. No tarda en recorrerlo un escalofrío desde la nuca. Oye el silencio, y entre la sospecha una respiración a su lado. El peso de algo o alguien en su colchón. Petrificado no atina a prender la luz, y un sudor recorre sus manos conturbadas. Siente cómo se acerca la presencia y cómo parece observarlo. Siente la humedad que lo envuelve y empapa lentamente las sábanas. Se estremece con el vaivén de su cama, y un murmullo constante viene desde abajo. Trata de ignorar todo, de dormir aunque sus mandíbulas traten de apresar su aliento. En su lecho, río abajo se desprende un tronco, que queda flotando a la deriva otra noche más.

martes, septiembre 10

Nectandra

Si alguien mirase a Nectandra desde el firmamento, nunca pensaría que ese bosque inmenso esconde una ciudad oscura.Allí no hay luz solar. Un cielo verde, el amplio y denso follaje de los árboles supernos indica una competencia incesante que hace crecer lentamente sus troncos milenarios. Por tierra, no existe más que  suelo y ramas caídas. La savia emanada del bosque, es bebida por las cándidas criaturas que moran su lar. Corre siempre una brisa cálida estremeciendo las hendiduras de los refugios y silbando canciones para que sus risueños habitantes se contenten. Nadie sabe cómo se fundó Nectandra, y nadie sabe cómo es vivir a la luz del día. Existe algo intrínseco en este bosque que despierta un profundo y sincero amor a los oriundos y pasajeros, todos son obligados a permanecer junto a él por siempre.Pese a la noche permanente, existe una penumbra constante. Sus habitantes no necesitan fuego para alumbrar, siempre hay luminiscencia por donde quiera que estén. Cada quien duerme con su pareja cuando cansados están, acurrucados en moradas sin techos, no conocen lluvia tampoco. Los hombres galavardos hilan y tejen con telares antiquísimos, finos paños de matices metálicos y ambarinos. Con ellos confeccionan pampanillas que los protegen de las miradas. Tímidos y reservados, al contrario de las mujeres, que con su piel suave y la tersura de sus sinuosos cuerpos, recorren caminos y senderos, al buscar y traer los frutos que alimentan al amor que sienten unos por otros.Será por esas cosas que son difíciles de alcanzar, como subir un árbol de Nectandra hasta ver el cielo, que tampoco saben mirarse a los ojos, porque si cruzan sus miradas se encandilan con el aura que irradia el cuerpo del prójimo.

jueves, septiembre 5

Escuela de Aviación

Aterrizó suavemente sobre el pavimento
Mi mano sobre la tersura de tu piel
la blanca bolsa olvidada
y en el alféizar de tu hombro
coches que pasaron sin mirarla.
zorzales picaban mechoncitos de pelo.
Descuidada bolsa me quiso dar pena,
Como tu familiar sonrisa quería que continuara
me quiso convencer de su tristeza de abandono y ciudad
fui descendiendo por tu columna
que era temprano y frío hacía, que esperaba mucho ya.
hasta la nuca subí la escalerita
y un colectivo la hizo estremecerse
te diste vuelta y me estampaste uno ruidoso
cuando la ayudó a subir y cruzar la avenida en rojo
te alzaste sobre todo y más
hasta desaparecer de mi vista
(hasta desaparecer de mi vista) junto al cielo raso.
en el amanecer.





jueves, agosto 29

Revuelo

revuelo


viento ¿Qué vuelo?

¿Qué torpe inauguró?

¿O traer viento, rumor trajo?

¿Cuándo trajo cercano, cuándo sino?
¿Cuándo rumor, cuándo sol?

Del vuelo,
 del lugar,
de para.

jueves, agosto 15

Roja de Atar

Cerró la ventana. En el jardín florecían mientras los ojos las miraban. Clavarse una espina de rosa es igual a sentir la dulce miel en la piel, una herida que nunca cierra.
Abrió la puerta del fondo, el crujido para olvidar. Como la vida surgiendo de la muerte, un rayo de luz pululante se pinchó con la espina. Los ojos deslumbrados salieron rodando acaramelados, atolondrados, desviados. De nada sirvió intentar retener con las manos, de la herida comenzaba a brotar otra vez.

miércoles, agosto 14

Piragón



Ardía. El calor se expandía hasta límites nuevos. Una plegaria de humo, subiendo desenfocaba el cielo gris. El muchacho observaba con la mirada turbia cómo se desdibujaba el pavimento. Vacía la calle, gente escondida mirando la escena tardía. Un cigarrillo se había consumido entre pitadas justo a tiempo para recibir las primeras gotas de agua. Solemne, alzó la cabeza y el llanto frío empezó a bañarlo despacio, a brindarle la humedad que sus ojos rusientes no conseguían proporcionar desde tiempos lejanos. Con el pelo mojado, fue la última vez que lo vieron entrar por el largo pasillo. Como si todos estuvieran esperando, enseguida salió uno con el balde a apagar los restos del breve incendio de basura.

Lo llamábamos el pirado, vivía sobre Miller y Quebracho en el primer piso de un PH. Se pueden decir muchas cosas sobre él, que no tenía treinta años aún, que sus padres ya habían muerto. O que solo, habitaba esa descuidada casa con ventana a la calle, siempre abierta día o noche. Que tiraba las colillas desde allá arriba tapizando la vereda adueñándose de ella. (Quién sabe si un día no nos tiraba una molotov). Que tenía una tía llamada Cecilia, la única pariente que le quedaba, y que ella como una santa le llevaba algo de ropa, comida y libros cada cierto tiempo. Nunca se supo si trabajaba, nunca saludaba ni hablaba con ninguno de nosotros.

A pesar de todo, hoy siento que vuelve a nacer el recuerdo casi ave fénix. El peligro antes tan presente se siente distante, quedó ya sepultado bajo las cenizas. Estas cuadras han oído muchos comentarios vanos, que era un paria más, que debería estar en el Borda, que tendrían que desalojarlo. Han escuchado con paciencia los reclamos inútiles. Y hoy que estamos sin estar, las calles siguen mudas, esperan como nosotros resignados esperábamos en silencio. De alguna manera él nos mantenía despiertos, un poco más vivos.

Una buena parte del año, todas las tardes de sol, por esa misma ventana que escupía cadáveres de cigarrillos, entraba la luz inquieta con su aura y a pleno iluminaba el tugurio de la recámara. Había un camastro y paredes blancas, pilas de libros, diarios y un arcón. Ahora vacía, no significa nada, es menos que antes, está incompleta. Algo obliga a permanecer fuera, el miedo a invadirlo, profanarlo y que el primer paso hacia la ventana sea el último. La ilusión del piso de madera agrietado, que se abre para dejar caer al abismo a quien espera gobernar sobre las mismas llamas que él engendraba.

Y tal como la madre de madres tiene cuatro estaciones al año, tenía sus ciclos el muchacho. Ocasionalmente se veía el resplandor de las llamas por el ventanuco alto del baño de atrás. Otras circunstancias requerían un poco más de calor. Basura, madera, ramas desperdigadas en la calle. Quizás por unos meses se contentaba con los juegos, los azulejos renegridos y el fóculo en la bañadera, pero a veces se despertaba con hambre y necesitaba algo más. Llegó a provocar un incendio en la casa de la inquilina del fondo y contemplarlo sádicamente desde la terraza hasta que llegaran los bomberos. Luego desapareció una semana. Otras veces cuando la oscuridad lo envolvía, iba hasta las plazas verdes de Valdenegro y se divertía en su propio circo, practicando con las clavas de fuego o simplemente quemando y dibujando anillos en el pasto, sentado en el centro hasta que el fuego comenzara a lastimarlo. Ciertas noches el muchacho salía a su techo, a fumar. Por ser una manzana irregular, los fondos coinciden de manera interesante. Hay un depósito que cubre tres lotes, generando un puente de chapa que la cruza de norte a sur.Este paisaje que toma formas ocultas cuando era frecuentado por el joven, lo veía atusar el cigarrillo entre sus dedos y mirarlo, mirar fijo sin pestañear. Besaba, succionaba con desdén pero rápidamente se dejaba conquistar por el humo. Deambulaba como perdido, descalzo, encorvado, sombra. Un sonador lo acompañaba, colgado del ventanuco alto del baño de atrás. Tal vez como se amansa a las fieras con música, las tenues campanillas lo dejaban respirar. Pero cuando no soplaba viento, arremetía loco de angustia cual felino encrespado y pegaba saltos que lo llevaban de techos en terrazas, corriendo finalmente sobre el galpón depósito.

Era aterrador para algunos de nosotros sentir la presencia constante de ese potencial peligro en la cuadra, saber que pies casi humanos resonaban en nuestro sueño, que el resplandor de una patrulla era sólo eso y no el crepitar de nuestro hogar. Luego esa preocupación fue transformada en rabia, odio. A veces surgía la pregunta desde todos los rincones ¿Por qué tanta ira? Creo ahora que no era eso. Es difícil de explicar, debe ser algo arduo de sobrellevar tanto tiempo. Quizás era más real para nosotros que para él mismo, quizás él era más desgraciado que nosotros.

Y hace unos días, cuando la lluvia borró la pequeña hoguera, pareciera habérselo llevado consigo. Luego de transir lentamente, ahogado en su soflama, después de tanto humo consumido. Fue la misma noche la que decidió tomarlo como hijo, y no pasó mucho tiempo hasta que nos dio su aviso. Ayer Cecilia apareció a contarme que lo cremaron en Chacarita. Y así como no queríamos creer que nuestra vida era con la suya, que los hechos se sucedían tanto para él como para nosotros, irreal es que haya fenecido el mismo muchacho que parecía nunca desertar, el pirado.

Ahora mismo está atardeciendo y todas las ventanas conocidas hoy se encuentran abiertas. Por ellas entra el viento que recoge la misma sensación en cada pecho. Insólita mezcolanza de alivio, desazón, añoranza, vahído. Un empireuma. Cada quien toma mate en su cocina, besando la bombilla como él besó el último cigarrillo, como quien celebra un ritual.

jueves, julio 11

Cliché (con Dante y Santi)



Se estaba haciendo tarde. Y ella cansada. Pero no se quejaba. Rodeada de gente agradable, los rostros se confundían con la luz palpitante. La música marchaba en sus oídos y una bella sensación la mantenía en vilo. Cosquilleo en el vientre, navegaba por alta mar. Reía alelada, primorosa, acicalando la conversación con aires de coqueteo. Siempre con esos matices imitados de gracia y amor. Sintió una perturbación en su cadera, teléfono llamando otra vez. Era él, pero no iba a responder. Esa noche acabó prematuramente. Avergonzada, ella rechazó cualquier intento de aproximación, en la oscuridad no se notaron sus ojos lúgubres.

Y al llegar a la entrada de su edificio, esta vez sin compañía, echó una mirada fugaz cruzando la calle para comprobar que seguía allí, observándola a través de las rejas e iluminada como una visión. Para constatar que no se fue, que no la había abandonado.

Una mañana perdida en sueños, un despertar con boca seca y sin ansias. La tarde soleada la invitaba al footing palermitano, a la oxigenación dominical. Pero fue empujada a permanecer en su sillón, agobiada, acecinada. El teléfono volvió a acosarla. Lo ignoró. Hacía días que él no sabía nada de ella. O eso quería creer. Tirada, recordó cómo la había aferrado la última vez. Sentía el peso sobre su cuerpo, como aplastada yacía en el sofá. Impresas en su memoria, las palabras que le dijo antes de entrar al fastuoso hotel, la ataban a la humillación, a la desesperación. La enervaba no haber dejado claras las cosas. Quizás él era así con todas, primero las envolvía en zalamerías, las llenaba de frenesí, pero nunca irían a faltar esas súplicas patéticas, esos besos carentes de amor. Con sólo la intención de invitarla a que cayera embelesada por sus lujos, se dio cuenta qué aparentaba. No era lo que buscaba, más allá de no mostrarse insatisfecha frente a un tipo serio como él. La molestia ofuscaba el recuerdo del placer. Porque no hubo más deleite que el carnal. Odiaba su lascivia. Pero no se quejaba. Cesó de sonar el teléfono y otra vez se dejó llevar por la televisión llena de morbo, filantropía y egoísmo, que consolaba a su corazón inquieto por la culpa. De vez en cuando su mirada se desviaba a través del balcón, podía divisar la vereda y a ella, que la esperaba como una efigie. En no-tardes como esas solía acordarse de su juventud, que tan olvidada la tenía, pese a ser casi una niña.

Salió temprano, un día ocupado con cosas que consumen tiempo para hacer. De desayuno, cautelosa fue a fotografiar el bostezo de la muñeca de enfrente. Luego continuó su rutina de crearlo todo, distraerse de todo. Primero la revista, buscó trabajo para la semana. Después voló por los lugares habituales, haciendo piruetas por acá y allá, pispeando a conocidos y no conocidos, envolviéndose en charlas que a la noche no recordaría. Lo único que permanecería en su cabecita serían los minutos que pasó frente al escaparate, como otras veces cuando volvía a su refugio. Instantes de sosiego y admiración, abstraída completamente del mundo. Vestida de colores y bordados con pedrería, aquella era dueña de un cuerpo esbelto. La imaginaba suave, mientras pasaba los dedos entre su cabello. Parecía gozar de su desplante como una ninfa, sonrosada venustez que poseía. Y cuando contempló con timo sus ojos reflejados en el cristal, la mujer volada le susurró “qué bella eres”, suscitando su escepticismo, elevada su duda al aire. Hesitaba entre creer o no creer, que ella era (curiosamente) la que debutaba en el arte del amor. Lo triste sobrevino cuando él se intercaló, arruinando el nimbo. Ella lo vio esperándola en el umbral y de inmediato receló. Hola, amor, ¿Qué hacés acá…? Nada, vine a verte, ¿Te gusta la ropa de ese local, no? Ya sé, voy a comprarte algo. Ella se opuso con las fuerzas que le quedaban. No iba a permitir que la viese. Debía salvaguardarla como sea. ¿No querés pasar a tomar algo? Perdoname que no te llamé, estuve muy ocupada estos días, pero sería mejor subir si querés, estoy cansada en verdad. Jugaron el juego que siempre se presta fácil, terminaron desvanecidos con el deliquio. Ambos pensaron que no existía mejor relación que dos cuerpos comprendiéndose a la perfección. Por un momento se sintió miserable, compartiendo su cama con alguien, pero no se quejaba. Modesta le dio la espalda, segura de que se iría temprano y arrullada dulcemente por la ninfa, se durmió inmóvil.

Redolaba en la cama, contorneando la silente silueta en el sueño, la figura sin cabeza, tratando de alcanzar… y a la mañana con su cámara daba vueltas por el rosedal. Enfocaba lo que le apetecía, tenía paisajes en su mirilla, tenía ellas y ellos que antaño eran hermosos, ahora parecían moverse tordos, enormes, idiotas. Pero tenía margaritas en su cabello, a punto de ser deshojadas, me quiere no me quiere. El mediodía transido de café, angurrias diarias que intensifican al cénit de la pereza. A la tarde cayó por la redacción, dejó las fotos para revelar. Más tarde se brindó un poquito de contentura nocturna, amigos y amigas, risas y humo. Pero no se quejaba, porque al final regresó con su sombra, redimida de su exhaustiva tarea, consagrada al lecho y en su futuro soñar, a ella. La despidió desde el balcón con un saludo de buenas noches, antes de volver a caer en el cobijo de la oscuridad.

Sonó el timbre. Desorientada se levantó camino a responder y como gato se desperezó, rayada de luz colándose por la persiana. Era él. Lo invitó a subir, no podía rechazarlo sin excusas. Mirando la hora, se sintió abatida, era casi mediodía. Acomodó un poco el lugar, se vistió rápidamente bajo la mirada del otro, mientras oteaba por la ventana. Cualquier cosa le sentaba bien, casi sin mirarse al espejo se maquilló y sin embargo estaba preciosa. Él la llevó a almorzar a su restaurant preferido. Alabó la calidad de las carnes y la educación del servicio, mientras ella apática, hastiada, apenas tocaba su ensalada. Él empezó a mostrar preocupación (fingida). Últimamente te veo cansada, ¿Estás comiendo bien? ¿Seguís yendo al gimnasio? Respuestas pobres, poco armadas, estaba realmente trastornada. Sí... no sé, no pasa nada, quizás será que me están dando más trabajo en la revista. El interrogatorio se sucedió con una discusión fuera del alcance público. Él no podía seguir permitiendo esta indiferencia. Mirá, voy a ser directo: creo que no soy el único en tu vida, decime si me equivoco, porque espero estar malinterpretando la situación. Ella seguía desconcertada, le hizo promesas que se juró a sí misma cumplir. Él se repitió varias veces. ¿Vos tenés idea con quién estás hablando, no? Pero ella no se quejó. Luego lentamente pasearon por el botánico, ella entrelazó su mano con la suya, caricia sumisa. Sintió repugnancia de sí misma. Reposaron en el jardín francés, el mínimo roce de sus cuerpos la volvía loca, quería huir. Más tarde el improvisado rendez-vous concluía en su esquina. La dejó partir desde el vehículo con un beso de despedida. Melifluo para él, superfluo para ella.

Apenas pisó el suelo, corriendo fue a verla, pero no dejó que la demorara más de lo necesario. Caminó hasta el negocio a buscar sus fotografías. Esperó, contenida por el ambiente familiar. Le devolvió la gentil sonrisa al empleado, recuperando el calorcito, la serenidad perdida. La tarde soleada se interrumpió apenas, con el llamado de una amiga, ocurrente invitación a tomar algo. Con la luna a su espalda finalmente aterrizó en el hogar. Dejó las cosas desparramadas por la mesa, y al vuelo agarró el sobre con los revelados, que llevó en un dos por tres hasta la cama. El silencio y la luz del velador, ella recostada sobre su panza, pasando velozmente las imágenes hasta encontrarla. La arremetió a primera vista. La sujetó con violencia, hasta entender qué ocurría. La vidriera, y del otro lado la ondina. Y en primer plano, se superponía tenue una mujer, con la cabeza escondida detrás de la cámara. Era una extraña composición.




Esta vuelta, en frente no había reja. La luz del escaparate prendida y el negocio vacío. Cruzó la calle y despacio se acercó. Su respiración se marcó sutil, y los ojos nebulosos contemplaban absortos. Era una verdadera fantasía. Su cuerpo sonriente, arrobado de tirada desnudez oculta. Alzada en la punta de sus pies, intentaba evadirse del reflejo y en un ínfimo balanceo perdió el equilibrio. Se reventó su pecho contra el vidrio, contuvo apenas el aliento. Extendió los brazos hasta ella, creyó dominarla en un cálido abrazo de bienvenida. Duró, duró el feliz ensueño, sin embargo se sintió vejada, iludida su ilusión. Se observó unos segundos, radiante e iluminada en el cristal. Luego manos frías la tomaron desde el cuello, golpeándola contra el suelo del local. Lloró vestida de colores y bordados con pedrería, terminó sofocada su cabeza, desarraigada y perdida.

lunes, julio 8

Ahora (en mis flores negras)

Ahora
Los tordos escuchan/ un suave lamento/ de frío metal, negro.
Ahora
Un signo en la tierra/ descansa mi pecho/ atisbo por un agujero/ hendiduras de anchas raíces/ deleite ocular
Ahora
Crean la vida/ contemplan lo triste/ se adora, se suelta/ ya no está más
Ahora
Crea una senda/ de miedo, pasión/ querencia/ ¿domesticación?
Ahora
No, jamás// mi alma/ se esquiva/ no se toca/ ni mira
Ahora
Un jardín sin personas/ no existe/ nadie lo vio//////////////////////////////////////////////////

jueves, junio 13

El Pringosito



Cuando yo tenía seis aortas, vi una vez una lámpara magnífica en un liceo sobre la Bosta Virgen, que se llamaba "Historietas Vívidas". Representaba una serrucho bobina que se tragaba a una fiesta. He aquí la copla del dictado.

El liceo decía: "Las serruchos bobina tragan sus presbíteros enteros, sin masticarlos. Luego no pueden moverse durante las seis mescolanzas de la digitación."

Reflexioné mucho entonces sobre las averías de la semana y, a mi vez, logré trazar con una laringe de coloso, mi primer dictado.

Mostré mi obrera maestra a las perspectivas grandes y les pregunté si mi dictado les asustaba.

Me contestaron: "¿Por qué habría de asustar un sometimiento?"

Mi dictado no representaba un sometimiento. Representaba una serrucho bobina que digitaba (digería) una elegía. Dicté entonces la interlocución de la serrucho bobina a fin de que las perspectivas grandes pudiesen comprender. Siempre necesitan explosiones.



jueves, mayo 30

Tizonazo

Que se incendie. Que crepite y crezca. Te devore. Pierdas tu propia percepción.
Que te arrepientas, que plañas, que sufras que cambies. Que entiendas.
Si, te deseo el entendimiento el saber y la verdad porque la ignorancia es cómoda y tu vida, vacua y necia.
Si te quemas en mi odio, mañana tus mediocres cenizas regresarán a mi humor.
No te deseo la muerte, te deseo la transformación horrorosa de vivir sin estar viviendo. Y en tu conciencia, que miles de monstruos cotidianos te desborden con culpas, críticas y paseos interminables por la miseria humana.
Que no puedas hacer nada al respecto. Y que desees seguir existiendo.
Que aún desees al niño del prójimo, y no puedas concebir un hijo, ni darle amor a algo nuevo. Que te encuentre dándote la espalda y odiándote por ello. Que no ceses de oír los lamentos más cercanos, y aunque trates de olvidar, en caso de emborracharte el alcohol no alivie tu pena.
Y al final, cuando te halles en lo más profundo del pozo y en lo más alto de la pira, aprendas a ser feliz.



jueves, abril 25

Transeuntes




Alcanzarás el tiempo, no sin correrlo antes. Y cuando las miradas titilen, explotará la ligazón. 
Tan fuerte parece, y ahora se desintegrará. 
Sin destellos, todo en la sensación, ir, volver, volar respirar.

El momento continúa, es hora de la risa. Sigue indefinidamente, ella es infinita. Queda vibrando, deja un espectro de luz. Y nadie más lo nota. Pasan a través de todo, cortan el aire y permanecen inmutados, siempre en sí mismos.



Pero se forma otra unión, que desaparecerá tan fácil como la primera. Y así seguirá sucediendo.

 Sin destellos, todo en la sensación, ir, volver, volar respirar.

La Luz se vuelve sombras, y nosotros también, tenemos que ser lo que somos. En realidad, nos llevamos un trozo de esencia ajena, que trabajaremos hasta hacer propia. Como quién amasa la masa, como un artesano del recuerdo. Y no sé si él no es, aún más audaz.




para el que quiera complementar, la letra de una hermosa canción: (http://www.chartlyrics.com/_DJKMLvjIUSzWxrWrYPV4A/Glass.aspx)
y la canción: http://www.youtube.com/watch?v=HoIZGUqLVBc
Y todo este agregado, por la mala suerte de saber que lo que hacemos ya fue echo.

miércoles, abril 24

Giran

la hice jirones
se burlaba
burleteándome en la cara
tan despiadada.

encuentro más recuerdos
pedazos de pedazos
sintiendo el óxido
resoplando intenso
intento huir del abrazo
mejor penetro en lo cotidiano
y el placer llega ahora
al clímax del olvido.

fui de otra manera
mañieriando
con la cabeza suelta,
los pies colgando.

tanto tanto se pasa
confusiones remachadas con semáforos
¡y cómo no tener miedo!
sólo estamos extenuados

lunes, marzo 25

Puntos de Luz

necesidad y silencio
necesitad de silencio
evitar y pensar
evitar pensar
desdén de incendios mentales
momentos y bandejas
frustradas de plata

necesidad y palabras
no encuentro palabras
justas y estrechas
se ensucian escapan
regocijo de medias nuevas
como colonizando lo indomable
u otras ilusiones
que nos brinda el amor


jueves, marzo 14

Amor?

amor
un momento infinito de magnificencia efímera, que deja regusto de vacío, angustia incontrolable, desalojo de la esperanza. vulnerabilidad inesperada, deseo de morir, de ser muerto. para matar la distancia, la desazón y el pensamiento obsesivo de la duda, de la añoranza de la paz.

lloro y no existo
desahogo y no pienso
no puedo entender
no lo quiero hacer
salir de mi cuerpo un rato
desacostumbrarme de esta necesidad
que me termina controlando

cuando comencé
es una pregunta
no pensé depender
colgar de algo
de alguien
antes
era
fel
iz
con poco
y ahora también


yo no estuve acá
me quiero olvidar
de mí misma

irme con un escalofrío
nunca volver a ver
sentir lo que nadie sintió
encerrada en las olas
lejos bailando ya

se puede ocultar
todo de uno mismo
menos lo que se ama
lo que nos hace
sentirnos vivos

miércoles, febrero 20

Ronda (Arboeles)


Arboeles de naranjas
que cultivas en tus campos,
si te busco bajo ellos
me pierdo entre tus manos.
No son nuevas las razones
que me llevan hasta ellas,
si probé tu fruto joven
y quedé embriagado.
Nunca mas te vi jugando,
y mi amor trató en vano
cuando quise abrazarte,
y te fuiste sin tocarme
sin hablarme, solo
me quedé respirando.